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La otra esquina.

Por Enrique Vilchis

 

La importación y comercialización de combustibles en la era de la pandemia.

 

El impacto que la pandemia del CoVid19 ha tenido en el mundo ha sido multidimensional, afectando todas las esferas de la vida del ser humano: la personal, la social y la económica, entre otras. El mundo nunca imaginó la velocidad de propagación, el número de contagios, muertes y mucho menos el impacto en la economía, que según datos de múltiples fuentes, puede ser del orden del 2% al 8% promedio mundial.

En México esto no es diferente, hoy a 1° de junio del 2020 según datos de la Secretaría de Salud, se tienen 90,664 casos confirmados y 9,930 decesos con una tasa de contagio que crece exponencialmente. Las medidas de confinamiento y aislamiento que la población civil voluntariamente se impuso, seguidas de las establecidas por los gobiernos Federal y Estatales han generado un impacto al PIB estimado, por distintas fuentes, entre el -6% al -15% para el año en curso.   Esto en un contexto de políticas erráticas y erróneas del Gobierno Federal, en las que ya presentábamos un estancamiento económico, aún sin saber de los estragos de la pandemia.

La parálisis generada por la inactividad económica en México y alrededor del mundo tuvo como consecuencia – entre otras muchas – un menor consumo de hidrocarburos y productos refinados.  ¿Porqué? Simplemente porque la gente se quedó en casa a trabajar, dejó de usar el transporte público, sus vehículos, dejó de viajar por negocios o de descanso y esto repercute inmediatamente en el flujo de hidrocarburos en la cadena de suministro, saturando almacenamientos, reduciendo significativamente el consumo y pese a ese entorno varios países estaban aumentando o manteniendo la producción de crudo, lo cual por simple ley de oferta y demanda, llevó a los precios del petróleo y refinados a niveles incluso negativos.

Se estima, según McKinsey Energy Insights y Reuters, que en México el transporte de pasajeros se redujo en más de un 60% (automóviles particulares y autotransporte), generando un problema de flujo de producto y efectivo para la cadena de suministro; impactando, sin duda alguna, a los particulares enfocados en la importación y comercialización de refinados, a Pemex de una manera brutal y por otro lado beneficiando al usuario final, al acceder a rangos de precios de combustibles que existían hace 10 años o más.

Enfocando este contexto en la realidad del negocio de la comercialización de combustibles, nos asaltan varias preguntas, entre ellas: ¿Qué debemos hacer? ¿En que debemos enfocar nuestros recursos? ¿Como salir lo mejor librados de este proceso?

Tomando en cuenta lo complejo y retante del ecosistema en el que nos encontramos, considero que debemos categorizar nuestras acciones pensando en el alcance de las iniciativas en el tiempo, es decir, pensemos en el corto, mediano y largo plazo. Esta forma de desagregar nuestra estrategia permitirá que la organización se enfoque en responder a la crisis, recuperarse de la misma y finalmente salir adelante.

En el corto plazo será fundamental garantizar la continuidad en las operaciones como pilar de los ingresos: enfoque en la liquidez, optimización y priorización en los Opex, identificar alternativas de financiamiento y sobre todo asegurar la cadena de suministro a efecto de poder mantener las operaciones y por ende la generación de flujo de caja.

Para el mediano plazo debemos de enfocarnos en la rentabilidad de las operaciones, minimizar costos y gastos, consolidar proveedores, renegociar condiciones comerciales, énfasis en la cobranza y en la medida de lo posible, optimización del portafolio de plazos de crédito, entre otras iniciativas, que nos permitan incrementar los márgenes operativos y optimizar las operaciones.

Pensando en el largo plazo, considero que lo principal es enfocarse en las decisiones sobre inversiones de capital, optimización de activos, desinversión, tercerización como servicios y no dejar de lado el talento necesario para gestionar estas nuevas des/inversiones, es decir, esta nueva realidad.

Sin duda este 2020 ha sido un año que ha puesto al máximo nuestros talentos, habilidades, capacidad de enfoque y capacidad de resolución de problemas, entre otras; por lo que se vuelve crucial dentro de las organizaciones, que su equipo de liderazgo demuestre resiliencia y creatividad para crear y generar confianza a los tres niveles prioritarios en la organización: accionistas, clientes y colaboradores.

Por su parte, los empresarios e inversionistas en el negocio de la importación y comercialización de combustibles enfrentan la desaceleración de la economía y el reto de mantener la rentabilidad de sus negocios, mantener la plantilla de colaboradores, pago de cargas impositivas, pago de proveedores, rentas de mobiliario y equipo, incertidumbre jurídica en materia energética, en fin… y además, es evidente que no hay un plan nacional de reactivación económica. Todavía.

 

Con información de Deloitte México (Galaz, Yamazaki, Ruiz Urquiza, S.C.)